Media tarde, estamos en un parque, mi hija pequeña que
juega inocente en un columpio y yo, por suerte
mi marido ha decidido a última hora que el partido de futbol es mucho
mas importante que nuestra hija, y yo lo agradezco, si no la cita habría sido
un completo desastre.
Cualquiera diría que para ir a un parque me preocupo
demasiado de mi aspecto, un poco maquillada pero sin que se note, un vestido
veraniego de tirantes, de colores cálidos y unas sandalias a juego, para
sentarme en un banco y ver a mi hija de 4 años jugar con otros niños, hacer
castillitos con la arena y bajar por el tobogán con ayuda de su madre
Pero todo esto tiene una explicación más profunda que el
simple ser superficial que aparento para ocultar lo que siento.
Impaciente miro a un lado y a otro, esperando que
aparezcas como siempre, con tu hijo al que siempre llevas desastrosamente
adorable, tus pantalones tejanos, tu camisa vieja y esa coleta que parece más
de un caballo que de una persona pero que te queda extrañamente genial.
Mi nerviosismo inicial se convierte poco a poco en algo
mas externo, un tic en mi pierna que se mueve inquieta mientras te busco
desesperada con la mirada, no apareces, nunca apareces cuando te busco
Cuando pierdo toda esperanza, cuando me centro solo en mi
hija, en hacerla feliz y me olvido de ti, de que no vas a venir y todo va a ser
tranquilo escucho la risa traviesa de tu hijo Ivan que viene corriendo hacia mi
y se me engancha en la pierna con esa sonrisa burlona que me enseña que se le
ha caído otro diente de leche y que el ratoncito perez va a venir hoy.
Te vi caminar hacia mi, con tu eterna sonrisa, tus gafas
de sol y tus ropas comodas y que me parecen mas sexys en ti que en mi marido
Te sientas como si nada a mi lado y me sonries y saludas
empezando a mirar a los niños como cualquier otra madre, con la única
diferencia es que coges mi mano disimuladamente y me dices un “perdona me ha
costado vestir al peque”
Mi sonrisa se ensancha y dejamos pasar las horas cogidas
de la mano, mirando a los niños, viendo como los otros se van y nosotras nos
negamos a abandonar nuestro lugar especial, nuestro lugar intimo y personal
nuestro refugio donde podemos ser un poco nosotras ante el juego inocente de
nuestros hijos.
Se hace de noche y cada una cargamos a nuestros hijos en
brazos y como siempre decides acompañarme a casa donde no me espera nada más
que mentiras.
Llegamos al portal, los niños duermen y me despido con
una sonrisa hasta que vuelves a llamarme pajarillo, entonces te miro, me
sonries y me besas dulcemente para decirme “la misma hora el mismo lugar”
Ese beso me da las fuerzas, para un dia mas, sonrio,
cargo a la niña, me meto en casa mientras tu te vas
4 comentarios:
Me ha encantado el relato. Tienes un estilo maravilloso, suave y dulce.
:)
agradezco el comentario, la ultima frase he de decir que era un momento de inspiración
Esta lleno de ternura el relato.
El marido es lamentable. No me gustaría nada de nada acabar como el, no tener interés alguno por mi esposa y mi hija. Como hombre mi deber es querer y hacer feliç a una mujer, asegurar el bienestar de mis descendientes, demostrarme que soy mas que un hombre, que ante todo soy una persona.
Publicar un comentario