miércoles, 8 de agosto de 2012

Amores Secretos


Media tarde, estamos en un parque, mi hija pequeña que juega inocente en un columpio y yo, por suerte  mi marido ha decidido a última hora que el partido de futbol es mucho mas importante que nuestra hija, y yo lo agradezco, si no la cita habría sido un completo desastre.

Cualquiera diría que para ir a un parque me preocupo demasiado de mi aspecto, un poco maquillada pero sin que se note, un vestido veraniego de tirantes, de colores cálidos y unas sandalias a juego, para sentarme en un banco y ver a mi hija de 4 años jugar con otros niños, hacer castillitos con la arena y bajar por el tobogán con ayuda de su madre

Pero todo esto tiene una explicación más profunda que el simple ser superficial que aparento para ocultar lo que siento.
Impaciente miro a un lado y a otro, esperando que aparezcas como siempre, con tu hijo al que siempre llevas desastrosamente adorable, tus pantalones tejanos, tu camisa vieja y esa coleta que parece más de un caballo que de una persona pero que te queda extrañamente genial.
Mi nerviosismo inicial se convierte poco a poco en algo mas externo, un tic en mi pierna que se mueve inquieta mientras te busco desesperada con la mirada, no apareces, nunca apareces cuando te busco
Cuando pierdo toda esperanza, cuando me centro solo en mi hija, en hacerla feliz y me olvido de ti, de que no vas a venir y todo va a ser tranquilo escucho la risa traviesa de tu hijo Ivan que viene corriendo hacia mi y se me engancha en la pierna con esa sonrisa burlona que me enseña que se le ha caído otro diente de leche y que el ratoncito perez va a venir hoy.

Te vi caminar hacia mi, con tu eterna sonrisa, tus gafas de sol y tus ropas comodas y que me parecen mas sexys en ti que en mi marido

Te sientas como si nada a mi lado y me sonries y saludas empezando a mirar a los niños como cualquier otra madre, con la única diferencia es que coges mi mano disimuladamente y me dices un “perdona me ha costado vestir al peque”
Mi sonrisa se ensancha y dejamos pasar las horas cogidas de la mano, mirando a los niños, viendo como los otros se van y nosotras nos negamos a abandonar nuestro lugar especial, nuestro lugar intimo y personal nuestro refugio donde podemos ser un poco nosotras ante el juego inocente de nuestros hijos.

Se hace de noche y cada una cargamos a nuestros hijos en brazos y como siempre decides acompañarme a casa donde no me espera nada más que mentiras.
Llegamos al portal, los niños duermen y me despido con una sonrisa hasta que vuelves a llamarme pajarillo, entonces te miro, me sonries y me besas dulcemente para decirme “la misma hora el mismo lugar”

Ese beso me da las fuerzas, para un dia mas, sonrio, cargo a la niña, me meto en casa mientras tu te vas

4 comentarios:

ToraKo dijo...

Me ha encantado el relato. Tienes un estilo maravilloso, suave y dulce.

kiriel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
kiriel dijo...

:)
agradezco el comentario, la ultima frase he de decir que era un momento de inspiración

Itram dijo...

Esta lleno de ternura el relato.

El marido es lamentable. No me gustaría nada de nada acabar como el, no tener interés alguno por mi esposa y mi hija. Como hombre mi deber es querer y hacer feliç a una mujer, asegurar el bienestar de mis descendientes, demostrarme que soy mas que un hombre, que ante todo soy una persona.