lunes, 25 de octubre de 2010

El final de la esperanza




Aunque le gritara, no parecía importarle. Llegué a suplicarle que me matase, pero solo sonreía y continuaba sus tareas.
No recuerdo gran cosa. Era tan solo, una mas. Otro nombre en una lista de desaparecidos. Una cara mas para olvidar.
Mantuve la esperanza durante días, semanas, meses. Pero aquella esperanza se fue apagando poco a poco y sin darme cuenta.

No distinguíamos el día de la noche, solo nos dábamos calor unos a otros hasta que el llegaba. Entonces, el miedo se apoderaba de todos.

Venia poco, pero se notaba su presencia incluso antes de que entrara por aquella puerta. Nos escondíamos por donde podíamos con tal de que no nos atrapase. Pocos volvían después de que el se los llevase.
Y después... La paz. Una falsa paz que conseguíamos gracias al sacrificio de los demás. Éramos pues, los auténticos asesinos.
Cuando ya quedábamos pocos, el traía más. Mas caras desaparecidas por el tiempo que nadie buscaba jamás.

No podíamos bajar la guardia, si no, nos cazaba y no podríamos volver.
Una sola vez, me despisté, entonces, me cazó. Creí que era un sueño hasta que note su gruesa mano en mi delgado y sucio brazo. Su mano grande, fría y peluda, muy peluda.
Grite.
Llore.
Patalee con fuerza pero no sirvió de nada. Me sentía perdida y solo podía llorar, gritar y maldecir por haberme despistado, y rezar, para que todo aquello acabase pronto y no sufriera mas.

Una luz cegó mis ojos, no estaba acostumbrada y me hacía daño. Aquella mano seguía cogiendome con fuerza, tenia miedo, nunca había sentido tanto miedo en toda mi vida.

Su mano seguía estando igual de fría, y su cara...jamás vi su cara. Caminaba dándome la espalda, vestía azul oscuro, eso si que lo vi.

Seguía temblando y llorando. Creía que todo estaba acabado. Entonces les escuche reír. ¿Por qué se reían? No lo entendía.

Cuando por fin empecé a comprender las cosas, una multitud de pequeñas luces cegadoras atacaron mi cara y sin fin de voces empezaron a aparecer.

Llore, no se de donde salieron las lagrimas, que rápidamente se mezclaron con la suciedad de mi cara y ya no eran transparentes, eran sucias y oscuras. Pero llore.

Dijeron como si tal cosa aquella frase que para muchos de nosotros carecía de sentido “ Ya estas a salvo, todo ha terminado”
¿Terminado?
¿Cómo pueden decir que todo ha terminado si ni siquiera saben que ha ocurrido?
¿Cómo pueden hablar tan libremente de paz y seguridad cuando hay gente como el o peor?

Se ponen medallas por algo que casualmente han resuelto.

Me di cuenta entonces del egoísmo del ser humano. No hacen las cosas porque lo crean justo. Lo hacen para que se les reconozca que han hecho algo, un “buen trabajo”

Fue entonces, y solo entonces, cuando aprendí a odiar al hombre

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