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Jamás
pensó que aquel beso pudiera llegar a suceder en aquella fiesta, ante tanta
gente. Se dejó llevar; le había prometido a Magnus que dejaría claro que ellos
dos tenían una relación, que la tenía con el brujo, y lo hizo de la forma más
impactante posible: sus padres, sus amigos, sus conocidos, todos pudieron ver
aquel beso tan apasionado.
Tampoco
se podía imaginar lo que sucedería después.
Durante
la fiesta y tras aquel beso tanto el cómo Magnus se mantuvieron apartados el
uno del otro, al margen. De vez en cuando una mirada fugaz, alguna sonrisa, un
sonrojo, pero no hubo ningún contacto hasta que Alec acompañó a Magnus a su
habitación del hotel.
-
Pasa a tomar una última copa Alec -fueron sus
únicas palabras mientras la mano del mago rozaba los dedos del cazador de
oscuros cabellos mirando a esos ojos claros fijamente, mientras tiraba
disimuladamente de él para meterle en su cuarto. Alec se dejo atrapar
nuevamente por esa voz sensual, un tono que Magnus solo usaba con él cuando
estaban a solas.
Era
un hotel modesto, sencillo, aunque Magnus le había dado su toque personal de
color y cambiado la cama por una más grande con sabanas aterciopeladas de tonos
morados y un armario mágicamente más grande donde seguramente el brujo guardaba
más de 30 trajes distintos.
-
Eres un hortera -susurro el cazador sentándose
en una butaca del mismo tono que las sabanas y mirándole con una sonrisa tranquila y relajada.
-
No soy hortera, soy alguien único y especial -se
acercó a Alec con una copa de licor en la mano que entregó al chico más joven,
aprovechando para darle un suave beso en esos labios que tantas veces había
saboreado en la intimidad.
-
Eso no quita que seas un hortera -susurro tras ese
beso, con la copa en la mano y con la otra acariciando el brazo del mago, procurando
así que no se alejara. Dio un trago a la copa y la dejó sobre un mueble.- Demasiado
alcohol Magnus…. si me la acabo no podré volver a casa….
-
Quien ha dicho que tengas que volver, Alec?- sus
palabras eran como un susurro, su mano acariciaba esos labios húmedos a causa
del licor, tirando del joven cazador nuevamente para atraerlo entre suaves
besos hacia esa enorme cama.
Alec
había caído de nuevo en los brazos de Magnus; unos brazos cálidos, especiales, en los que se sentía cómodo
y a gusto.
Se
besaban mientras la chaqueta de Alec caía al suelo. Poco a poco Magnus le hizo
sentarse en aquella cómoda cama, despojándole entre besos de la ropa, dejándole
enseguida desnudo y tumbado sobre aquellas sabanas aterciopeladas. Magnus
sonreía de forma picara mientras tiraba su chaqueta al suelo.
-
El color morado le sienta muy bien a tu piel
Alec, más que el negro y esas runas que os pintáis… - se inclinó, apoyando la
rodilla en la cama y, sin dejarle tiempo al joven a decir o hacer nada, empezó
a besar ese vientre plano y tonificado por el entrenamiento. Suavemente, de forma sensual, sabiendo de
antemano como Alec reaccionaría, como se dejaría llevar por su “magia”; y así
fue, la respiración del joven empezó a acelerarse, sintiendo esos labios en su
piel, cerrando los ojos mientras su mano se perdía en los oscuros cabellos de
Magnus. Empezó a jadear tan solo sintiendo esa lengua subir desde su vientre,
poco a poco, hacia su cuello para sentir después unos dientes mordisqueándole. Instintivamente,
la cabeza de Alec se movió dejando más espacio para que Magnus obrase con
libertad, mientras las manos temblorosas e inquietas del cazador abandonaban
esas hebras de cabello oscuro y se dedicaban a soltar, por fin, la camisa que
vestía el brujo.
Magnus
sonrió; Alec había cumplido su promesa, de una forma un tanto escandalosa
quizás, pero lo había hecho; le había presentado a sus padres y a su familia
como su pareja de una forma muy… contundente.
-
Cumpliste tu palabra….. te mereces un premio….
-no le dejó hablar, sus labios se juntaron con los de Alec en un apasionado e
intenso beso que dejo al joven sin aliento ni resistencia.
Las
manos de Alec continuaron su trabajo de forma torpe, despojando al brujo de sus
pantalones. Poco le sorprendió que no llevase ropa interior, cualquier cosa era
posible con él, pero se sorprendió a sí mismo cuando su mano empezó a acariciar
esa parte que jamás había visto de Magnus. Con los dedos, de forma tímida y
suave al principio, al contrario que Magnus que sin pudor ni vergüenza se
encargó de atender el miembro de Alec. Quería oírle gemir, quería sentir como
el gran cazador temblaba a su merced y suplicaba por más, así que mientras su
mano se deleitaba con aquella parte de Alec sus labios volvieron a
mordisquearle el cuello, sintiendo como las tímidas manos del cazador empezaban
a tener más contacto, a imitarle, dándose placer de aquel modo tan intimo.
-
No creas…. que esto se quedara así mi joven cazador -seguía
susurrando palabras de forma sensual al oído del moreno entre lamidas y
mordisquitos; su mano libre subió poco a poco, pasando los dedos por los labios
de Alec. Instintivamente, este empezó a lamerlos, a jugar con su lengua en
ellos como si ya lo hubiera hecho alguna vez, pero era la primera. En el fondo
lo sabía, aquella noche Alec se entregaría por primera vez al brujo al que
amaba.
Sus
manos seguían un ritmo constante, acompasadas, y poco tardo Magnus en arrebatar
sus dedos de la boca de Alec. Sin ningún pudor bajó su mano a ese trasero
firme, acariciando una nalga, tentando con un dedo esa entrada virginal,
besando de nuevo a su pareja mientras poco a poco y con tacto penetraba en él
de forma suave, preparando al joven que se tensaba y temblaba en sus brazos.
-
Tranquilo, relájate… todo irá bien, no te haré
daño…. solo te daré aquello que ambos anhelamos… -le susurraba suaves palabras
mientras su dedo preparaba esa entrada y su otra mano le masturbaba, tratando
de distraer los primeros dolores. Cuando sintió que Alec se relajaba, que
estaba empezando a disfrutarlo coló un segundo dedo en su interior, jugando con
ambos, moviéndolos lentamente al principio, acelerando cuando los gemidos y
jadeos del moreno eran más sonoros y evidenciaban un placer desconocido para
él.
La
respiración de Alec era entrecortada, sus manos habían dejado de atender el
cuerpo de Magnus ya que las acciones del brujo hacían que solo pudiera gemir el
nombre de su pareja y aferrarse a él con mucha fuerza.
Ese
era el momento, Magnus lo sabía. Sacó poco a poco los dedos y beso la frente
del cazador, mirándole a los ojos, acariciando esas piernas mientras se
posicionaba sobre él, sin dejar de besar su frente, sus mejillas, su nariz… y
cuando finalmente besó sus labios empezó a entrar en él lentamente mientras
sentía las yemas de los dedos de Alec apretarse en su piel, el cuerpo
tensándose mientras la hombría de Magnus se abría paso en su interior.
Esperó
el momento justo, el de comprobar que Alec estaba bien, sin dejar de rozar con
sus labios la piel del chico; sus manos subían hasta sus caderas aferrándose a
ellas, empezando con un suave balanceo, algo sensual, para que el neflim se
adaptase y empezase a disfrutar. Alec se aferraba a esos labios, ahogaba pequeños
gemidos, los suspiros y jadeos que se le escapaban sin control en los besos de
Magnus; sus manos seguían en esa espalda de piel más oscura que la suya,
marcándola al agarrarse, sintiendo como poco a poco Magnus aceleraba, volviendo
aquel suave movimiento en embestidas más firmes, intensas y apasionadas,
fundiéndose los dos en aquel baile íntimo que les acababa de unir eternamente. Una de las manos de Magnus abandonó entonces
las caderas del cazador de ojos azules, para bajar hasta su miembro,
acompañando sus embestidas con nuevas atenciones en aquella parte tan sensible
de ese cuerpo que ya temblaba de placer.
Alec
gemía, Magnus solo podía entender su propio nombre en los labios del chico,
algo que le excitaba y le hacía moverse aun con más ímpetu, jadeando y apoyando
su frente en el torso desnudo de su amante, sabiendo por experiencia que poco
aguante le quedaba ya antes de llegar a la cumbre de todas sus sensaciones… y
así pasó; tras unas embestidas aún más certeras Magnus acabó, derramándose en
el interior de Alec mientras le cubría de besos y su mano seguía atendiéndole
hasta conseguir, segundos después, que Alec se derramase manchando sus vientres
y respirando agitado, temblando, agotado.
El
brujo solo podía sonreír, besando de nuevo la frente de su agotada pareja,
saliendo de él con un último jadeo. Pasó
una pequeña toalla para limpiarse y limpiar a su amante, que se acurrucó en
aquella cama, rodeado de las sabanas aterciopeladas de aquel morado intenso,
sonriendo. Magnus volvió a tumbarse, dejando que Alec se abrazase a él para
quedarse dormido por el agotamiento y todas aquellas nuevas sensaciones.
Magnus
acaricio sus oscuros cabellos, mirándole dormir, disfrutando de la visión de
esa piel blanca y de la calma con la que se había dormido el chico tras toda
aquella acción.
-
Sigue sentándote bien el morado, cazador….. y,
como predije…. no volverás a casa hoy… -con un movimiento de su mano, cubrió a
ambos en la cama, cerró los ojos y se perdió en el mundo de los sueños, con una
agradable sonrisa al lado del cazador.